“Brasil es un país muy racista” El exárbitro Marcio Chagas relata la experiencia que lo llevó a dejar el silbato

22/06/201401:20 CEST

“Brasil es un país muy racista”

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Pedro Cifuentes Río de Janeiro
El exárbitro Marcio Chagas relata la experiencia que lo llevó a dejar el silbato, después de 15 años de carrera profesional y de aguantar insultos

“Brasil es un país muy racista”

El exárbitro Marcio Chagas relata la experiencia que lo llevó a dejar el silbato

 

 






El exárbitro Marcio Chagas durante la entrevista. / Marília Cabral

El pasado 5 de marzo, en la localidad de Bento Gonçalves, nada más entrar al campo para dirigir el partido entre Esportivo y Veranópolis del Campeonato Gaúcho del estado de Rio Grande do Sul, el árbitro Marcio Chagas (Porto Alegre, 1976) escuchó como un grupo de 20 aficionados le gritaba “negro”, “macaco”, “vuélvete a la selva, a África”, “escoria”, “basura"... “Fue un partido sin el menor problema”, recuerda Chagas en una conversación con este periódico; “no hubo penaltis, ni expulsiones. Absolutamente nada. Ganó Esportivo 3-2”. Cuando se dirigía al vestuario, el mismo grupo comenzó a insultarle de nuevo: “Mono, hijo de puta”. El colegiado se paró y se acercó a la grada. “En el grupete había un niño de 7 u 8 años. Les pregunté: ‘¿Haces esto delante de tus hijos?’ Me respondieron: ‘Basura, vuélvete a África’. Logré calmarme, les deseé una buena semana. Después de ducharme, en el aparcamiento (que era de acceso exclusivo para empleados), vi que las puertas de mi coche estaban abolladas. Había dos plátanos encima del vehículo. Traté de arrancar el coche, pero no podía. Descubrí que había otros dos plátanos en el tubo de escape”. Chagas le pidió entonces a un juez de línea que hiciese algunas fotos, porque “sabía que cuestionarían la veracidad de los hechos”. Avisó también a unos periodistas de la radio. “Los jugadores salían del estadio, empezamos a hablar. Uno de ellos (negro también) me apartó a un lado y me dijo: ‘Marcio, aquí esto es normal. A veces preferimos jugar como visitantes, para que la afición no nos moleste’. Yo estaba abatido, pero pensé: ‘Hoy va a cambiar algo, esto no queda así’ ”.
Su primera decisión, todavía en el coche, fue abandonar el arbitraje. Chagas se fue a una comisaría, pero estaba cerrada por carnaval. Después trató de hacer la denuncia online, pero el sistema no funcionaba. “Me acordaba constantemente del policía que vio todo en el estadio y en ningún momento les llamó la atención o quiso detener a los aficionados”. Aquel incidente no fue el primero de su vida, pero “fue la gota de agua definitiva. Me había pasado otras veces, fuera y dentro del fútbol, pero no de aquella forma tan cobarde. En mi carrera me había visto obligado a expulsar a un entrenador y a un jugador por llamarme mono. Pero aquí no podía defenderme. ¡Fueron al aparcamiento mientras hacía mi trabajo! Tenía muchas ganas de destrozar algo… Cuando vi que no podía hacer la denuncia, decidí acudir a la prensa. Mandé un texto relatando lo lamentable que es que suceda algo así en el año 2014. Me acosté a las cinco, pensando en mi hijo de un año. Mi padre nos advirtió a todos los hermanos de que viviríamos cosas así y de que debíamos tener la inteligencia para reaccionar de forma correcta”.
La noticia se extendió rápidamente por Brasil. Chagas pensaba que recibiría el apoyo de la federación, “pero no fue así. La Confederación Brasileña de Fútbol se solidarizó, pero sólo de palabra: no hicieron nada. El presidente del club declaró que yo me había inventado todo. ¡Después de haber pasado por todo, ahora pasaba por mentiroso!” El Tribunal Superior del Estado de Rio Grande do Sul, tras un recurso del fiscal, acabó castigando al equipo local con el descenso de categoría, 30.000 reales y cinco partidos a puerta cerrada. Durante la vista, el abogado del club Esportivo sostuvo que los daños al automóvil merecían una reparación, pero que llamar "macaco" a alguien no era una agresión. Chagas mantuvo su compromiso de pitar las tres últimas jornadas del campeonato, fue elegido por cuarta vez mejor árbitro del Campeonato Gaúcho y abandonó para siempre el silbato. “Cerré 15 años de carrera. Fue una cuestión de honra”. Dos semanas después recibió una llamada de la cadena de televisión RBS para comentar partidos de fútbol, actividad que compagina con su oficio de profesor de educación física.
¿Cómo explicar la pervivencia del racismo en un país de herencia africana que encontró además en jugadores de color a algunos de sus máximos héroes futbolísticos, como Amarildo u ‘O Rei’ Pelé? “Por desgracia, Brasil no conoce las raíces de su construcción”, explica Chagas. “No quieren aceptar la participación negra en la cultura de Brasil, y sí la de otros extranjeros (italianos, alemanes, holandeses, etc.). La discriminación es algo recurrente en Brasil. Es un país muy racista… No existe la democratización racial que se quiere vender”. “Y el fútbol”, prosigue Chagas, “es reflejo de la sociedad. Mucha gente guarda sus prejuicios y racismo día a día, pero cuando van al estadio externalizan todo lo que no logran hablar por miedo a ser identificado. Son gatitos día a día y leones en las gradas”.
Poco después de su jubilación anticipada Chagas fue invitado a Brasilia por la presidenta, Dilma Rousseff, en compañía de Tinga y Auroca, dos futbolistas que habían sufrido experiencias similares en un intervalo muy corto de tiempo. En esa reunión se alumbró la línea de teléfono gratuita (Disque Igualdade Racial) recientemente habilitada por el Gobierno para denunciar estos actos. Los diversos casos sucedidos a pocos meses de ‘la Copa de las Copas’ produjeron un debate sobre las medidas más adecuadas. La postura más extendida abogaba por el castigo a los culpables y al club propietario del estadio. Otra, defendida por el seleccionador Luiz Felipe Scolari, optaba por “ignorar y no hacer publicidad a esos idiotas”. Chagas tiene muy clara su posición: “Respeto la opinión de Felipao, pero él nunca va a entender la necesidad de hacerlo público porque no es negro. Nunca va a ser insultado u ofendido de esa manera. Hoy es tan poderoso como la presidenta Dilma. No sabe lo que es sufrir el rechazo, el desprecio al entrar en un restaurante… Como si un negro fuese basura”.
“Mire a su alrededor”, concluye Chagas: “¿Qué personas tienen poder hoy? La pobreza tiene color… Mi madre aún no lo sabe, pero yo a los 16 años no podía entrar en la casa de mi primera novia. Como si fuese un bandido. Tenemos que ser valientes y afrontar la realidad para que a mi hijo no le suceda lo mismo”.

copiado  http://elpais.com/elpais

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