Del ‘mexican moment’ al frenazo económico
Bernardo Marín
México
La dependencia de EE UU, la caída del gasto público y la crisis
inmobiliaria lastran la marcha de México, que ha puesto en marcha un
ambicioso proceso de reformas de resultado inciertoLa dependencia de EE UU, la caída del gasto público y la crisis inmobiliaria lastran la marcha del país inmerso en un ambicioso proceso de reformas estructurales
El mexican moment,
ese eslogan eufórico que hace meses acompañaba los comentarios sobre la
economía mexicana parece haberse quedado en eso, en el eslogan de un
momento que ya pasó o que tal vez nunca fue. Menos de un año después, los reportes solo traen malas noticias. Este mismo viernes, por ejemplo, el Banco de México volvió a bajar la tasa de interés de referencia con el argumento de que los riesgos siguen siendo elevados. Y unas semanas antes, el FMI había propinado a México el segundo mayor recorte en sus previsiones de crecimiento
de todos los grandes países, del 2,9% al 1,3% este año, solo inferior a
la de India. Por si fuera poco, una circunstancia imprevista, la destrucción provocada por los huracanes Ingrid y Manuel,
ha obligado al Gobierno a rebajar una décima su previsión para 2013,
hasta el 1,7%, cifra aún muy optimista según la mayoría de expertos.
¿Qué ha pasado?
Después de un primer trimestre del año de estancamiento y un segundo de contracción algunos piden esperar a los datos del tercero para saber si el país entra oficialmente en recesión. Por ahora, como dice José Luis Calva, del Instituto de Investigaciones Económicas, “si esto no es una recesión estamos ante una no recesión muy fea”.
A la hora de explicar los nubarrones negros los economistas señalan varios factores. En primer lugar, una disminución de las exportaciones, en especial a EE UU, de cuya marcha México sigue siendo tremendamente dependiente. No en vano se calcula que casi el 80% de las exportaciones se dirigen al vecino del norte. “La relación entre ambas economías es muy estrecha, pero asimétrica”, explica Alicia Puyana, investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. “Cuando crece EE UU, México crece menos; cuando EE UU decrece, México decrece más. Por eso, en la crisis del 2009 su economía fue la que más cayó, el 9%”.
El segundo factor que ha gripado a la economía azteca ha sido, según Gerardo Esquivel, profesor del Colegio de México, un ajuste del gasto público por parte del nuevo gobierno a la búsqueda del déficit cero, unido a una mala ejecución presupuestaria. Juan Pardinas, director del Instituto Mexicano para la Competitividad, coincide, pero amplía el foco sobre lo que llama “el ciclo político”. Una nueva administración –la de Enrique Peña Nieto, que asumió el poder en diciembre- tarda en tomar las riendas del presupuesto, y además, las cifras se comparan con las de 2012, año electoral y por tanto de mucho dispendio. Pardinas añade además otra circunstancia relacionada con la política: la incertidumbre. “El anuncio secuencial de muchas reformas en muchos sectores generó cautela en los inversores privados, que han esperado para tomar decisiones”.
El tercer factor mencionado por los economistas es el pinchazo en la construcción. El Gobierno aprobó un ajuste en los planes de desarrollo del sector de la vivienda que dio la puntilla a algunas compañías vivienderas (inmobiliarias), y en el gasto público la partida que más cayó fue la inversión, y en concreto la inversión en la construcción. Y de remate, cuando la economía mexicana ya flaqueaba, llegaron los huracanes de hace mes y medio, que según cálculos del economista y analista político Macario Schettino podría recortar entre una y cuatro décimas de PIB a corto plazo.
La mayoría de los economistas coinciden en que el bache no será muy profundo ni muy duradero, porque las circunstancias que lo causaron se están revirtiendo. Pero eso no significa una vuelta a la euforia. “México recuperará sin dificultades sus tasas de crecimiento anteriores, pero estas eran bastante mediocres” por los “bajos niveles de productividad y la existencia de sectores blindados a la inversión privada”, recuerda Pardinas.
Para Calva, el gran problema es que la economía se mueve con una sucesión de ciclos de freno y arranque recurrentes. “El PIB aumentó el 2,3% anual entre 1983 y 2012, poco incluso si lo comparamos con países desarrollados, y el dato por habitante fue solo del 0,6%”. Y atribuye este raquítico crecimiento a la aplicación perseverante de la doctrina neoliberal del llamado Consenso de Washington y a una ortodoxia basada en la disciplina fiscal y monetaria.
El FMI cree que el crecimiento de la economía mexicana podría llegar al 4% cuando se vean los frutos de las reformas emprendidas por el Gobierno e incluidas en el llamado Pacto por México, el acuerdo firmado en diciembre por los grandes partidos (PRI, PRD –izquierda- y PAN -derecha-). La primera de ellas, la financiera, pretende desatar el crédito en el país y tras ser aprobada por la Cámara de Diputados, se encuentra atascada en el Senado. Este fin de semana también se debate en la Cámara Alta, con la oposición de buena parte del empresariado, la reforma hacendaria, que persigue aumentar los ingresos tributarios en uno de los países de la OCDE con menor presión impositiva. La tercera, la reforma energética, quiere abrir al capital privado la producción de hidrocarburos, requiere un cambio constitucional, y es rechazado por todos los partidos de la izquierda, desde el pactista PRD –que ha ido de la mano con el gobierno en varias reformas pero que se opone a la inversión privada en la explotación de petróleo y gas— hasta el naciente partido Morena, del excandidato Andrés Manuel López Obrador, quien ha lanzado a sus bases a la calle para evitar que se consume lo que el llama “el robo del siglo”.
Pero aun antes de que se sepa qué pasará con la reforma energética, que se discutirá en forma a partir del próximo mes, especialistas tienen dudas sobre si el paquete de nuevas leyes fiscales y financieras activará la economía y cómo.
Pardinas ve estas reformas con relativo optimismo. “Si se aprueban vamos a estar en mejores condiciones que ahora”. Pero le preocupa que la reforma hacendaria no esté orientada a mejorar la productividad y el crecimiento. “Es grandota, pero poco ambiciosa. El enemigo a vencer debería ser la informalidad, que emplea al 60% de los mexicanos”. Pardinas sin embargo alaba la eventual reforma energética. “El resto de sectores está plenamente integrados en la economía global, pero el corazón de nuestro desarrollo está diseñado bajo el paradigma estalinista de la planeación. Reformarlo supone enviar buenas señales a los inversionistas de todo el mundo”. Schettino coincide en que la energética puede ayudar mucho al crecimiento, al atraer capital extranjero no solo para la impulsar la extracción, sino también otras áreas industriales. Considera que la reforma financiera es clave, porque el crédito bancario es el 24% del PIB, muy por debajo de países como Brasil, donde alcanza el 57%. Y destaca que la reforma fiscal, aunque no ayuda a crecer, hace que el crecimiento sea más sólido al mantener la deuda a raya y evitar ajuste brutal en algún momento.
Otros expertos son más escépticos. Para el profesor Calva, tanto la reforma financiera como la hacendaria son oportunidades perdidas. “La primera es intrascendente, no asegura que la banca otorgue más créditos. En cuanto a la fiscal, en México tenemos la oportunidad de aumentar la recaudación en diez puntos porcentuales del PIB, porque no se gravan dividendos, ni ganancias bursátiles y hay un régimen de consolidación fiscal que permite a las empresas comprar empresas quebradas para eludir impuestos. Pero me temo que con el texto que se apruebe la recaudación apenas subirá un punto porcentual de PIB”. En cuanto a la reforma energética, la doctora Puyana niega incluso que sea tal. “No es energética porque trata solo trata del petróleo y solo como materia prima, fuente de divisas e ingresos fiscales, no como factor energético. No la veo necesaria, va a agudizar todo lo que se llama maldición de los recursos naturales [los efectos perniciosos que tiene para el desarrollo de algunos países ser ricos en materias primas]. A este país lo que le interesa es prolongar la vida de ese recurso y buscar otras fuentes alternativas”.
El presidente Peña Nieto cumple la semana entrante once meses en el cargo. Seguramente al llegar al año en el poder tendrá en sus manos un ramillete de nuevas leyes, aprobadas en tiempo récord. En el papel, el Pacto por México habrá rendido buenas cuentas, pero en la calle, los mexicanos, y la comunidad internacional también, tendrán que esperar un poco más para ver si en los hechos la nación mexicana hace buenos los pronósticos de que aquí se cocina algo un guiso muy distinto a lo que se ha preparado siempre, o si por el contrario la expectativa se desinfla sin haber logrado traer la bonanza que algunos avizoraban cuando se acuñó ese término contagioso llamado mexican moment.
COPY http://elpais.com
Después de un primer trimestre del año de estancamiento y un segundo de contracción algunos piden esperar a los datos del tercero para saber si el país entra oficialmente en recesión. Por ahora, como dice José Luis Calva, del Instituto de Investigaciones Económicas, “si esto no es una recesión estamos ante una no recesión muy fea”.
A la hora de explicar los nubarrones negros los economistas señalan varios factores. En primer lugar, una disminución de las exportaciones, en especial a EE UU, de cuya marcha México sigue siendo tremendamente dependiente. No en vano se calcula que casi el 80% de las exportaciones se dirigen al vecino del norte. “La relación entre ambas economías es muy estrecha, pero asimétrica”, explica Alicia Puyana, investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. “Cuando crece EE UU, México crece menos; cuando EE UU decrece, México decrece más. Por eso, en la crisis del 2009 su economía fue la que más cayó, el 9%”.
El segundo factor que ha gripado a la economía azteca ha sido, según Gerardo Esquivel, profesor del Colegio de México, un ajuste del gasto público por parte del nuevo gobierno a la búsqueda del déficit cero, unido a una mala ejecución presupuestaria. Juan Pardinas, director del Instituto Mexicano para la Competitividad, coincide, pero amplía el foco sobre lo que llama “el ciclo político”. Una nueva administración –la de Enrique Peña Nieto, que asumió el poder en diciembre- tarda en tomar las riendas del presupuesto, y además, las cifras se comparan con las de 2012, año electoral y por tanto de mucho dispendio. Pardinas añade además otra circunstancia relacionada con la política: la incertidumbre. “El anuncio secuencial de muchas reformas en muchos sectores generó cautela en los inversores privados, que han esperado para tomar decisiones”.
El tercer factor mencionado por los economistas es el pinchazo en la construcción. El Gobierno aprobó un ajuste en los planes de desarrollo del sector de la vivienda que dio la puntilla a algunas compañías vivienderas (inmobiliarias), y en el gasto público la partida que más cayó fue la inversión, y en concreto la inversión en la construcción. Y de remate, cuando la economía mexicana ya flaqueaba, llegaron los huracanes de hace mes y medio, que según cálculos del economista y analista político Macario Schettino podría recortar entre una y cuatro décimas de PIB a corto plazo.
La mayoría de los economistas coinciden en que el bache no será muy profundo ni muy duradero, porque las circunstancias que lo causaron se están revirtiendo. Pero eso no significa una vuelta a la euforia. “México recuperará sin dificultades sus tasas de crecimiento anteriores, pero estas eran bastante mediocres” por los “bajos niveles de productividad y la existencia de sectores blindados a la inversión privada”, recuerda Pardinas.
Para Calva, el gran problema es que la economía se mueve con una sucesión de ciclos de freno y arranque recurrentes. “El PIB aumentó el 2,3% anual entre 1983 y 2012, poco incluso si lo comparamos con países desarrollados, y el dato por habitante fue solo del 0,6%”. Y atribuye este raquítico crecimiento a la aplicación perseverante de la doctrina neoliberal del llamado Consenso de Washington y a una ortodoxia basada en la disciplina fiscal y monetaria.
El FMI cree que el crecimiento de la economía mexicana podría llegar al 4% cuando se vean los frutos de las reformas emprendidas por el Gobierno e incluidas en el llamado Pacto por México, el acuerdo firmado en diciembre por los grandes partidos (PRI, PRD –izquierda- y PAN -derecha-). La primera de ellas, la financiera, pretende desatar el crédito en el país y tras ser aprobada por la Cámara de Diputados, se encuentra atascada en el Senado. Este fin de semana también se debate en la Cámara Alta, con la oposición de buena parte del empresariado, la reforma hacendaria, que persigue aumentar los ingresos tributarios en uno de los países de la OCDE con menor presión impositiva. La tercera, la reforma energética, quiere abrir al capital privado la producción de hidrocarburos, requiere un cambio constitucional, y es rechazado por todos los partidos de la izquierda, desde el pactista PRD –que ha ido de la mano con el gobierno en varias reformas pero que se opone a la inversión privada en la explotación de petróleo y gas— hasta el naciente partido Morena, del excandidato Andrés Manuel López Obrador, quien ha lanzado a sus bases a la calle para evitar que se consume lo que el llama “el robo del siglo”.
Pero aun antes de que se sepa qué pasará con la reforma energética, que se discutirá en forma a partir del próximo mes, especialistas tienen dudas sobre si el paquete de nuevas leyes fiscales y financieras activará la economía y cómo.
Pardinas ve estas reformas con relativo optimismo. “Si se aprueban vamos a estar en mejores condiciones que ahora”. Pero le preocupa que la reforma hacendaria no esté orientada a mejorar la productividad y el crecimiento. “Es grandota, pero poco ambiciosa. El enemigo a vencer debería ser la informalidad, que emplea al 60% de los mexicanos”. Pardinas sin embargo alaba la eventual reforma energética. “El resto de sectores está plenamente integrados en la economía global, pero el corazón de nuestro desarrollo está diseñado bajo el paradigma estalinista de la planeación. Reformarlo supone enviar buenas señales a los inversionistas de todo el mundo”. Schettino coincide en que la energética puede ayudar mucho al crecimiento, al atraer capital extranjero no solo para la impulsar la extracción, sino también otras áreas industriales. Considera que la reforma financiera es clave, porque el crédito bancario es el 24% del PIB, muy por debajo de países como Brasil, donde alcanza el 57%. Y destaca que la reforma fiscal, aunque no ayuda a crecer, hace que el crecimiento sea más sólido al mantener la deuda a raya y evitar ajuste brutal en algún momento.
Otros expertos son más escépticos. Para el profesor Calva, tanto la reforma financiera como la hacendaria son oportunidades perdidas. “La primera es intrascendente, no asegura que la banca otorgue más créditos. En cuanto a la fiscal, en México tenemos la oportunidad de aumentar la recaudación en diez puntos porcentuales del PIB, porque no se gravan dividendos, ni ganancias bursátiles y hay un régimen de consolidación fiscal que permite a las empresas comprar empresas quebradas para eludir impuestos. Pero me temo que con el texto que se apruebe la recaudación apenas subirá un punto porcentual de PIB”. En cuanto a la reforma energética, la doctora Puyana niega incluso que sea tal. “No es energética porque trata solo trata del petróleo y solo como materia prima, fuente de divisas e ingresos fiscales, no como factor energético. No la veo necesaria, va a agudizar todo lo que se llama maldición de los recursos naturales [los efectos perniciosos que tiene para el desarrollo de algunos países ser ricos en materias primas]. A este país lo que le interesa es prolongar la vida de ese recurso y buscar otras fuentes alternativas”.
El presidente Peña Nieto cumple la semana entrante once meses en el cargo. Seguramente al llegar al año en el poder tendrá en sus manos un ramillete de nuevas leyes, aprobadas en tiempo récord. En el papel, el Pacto por México habrá rendido buenas cuentas, pero en la calle, los mexicanos, y la comunidad internacional también, tendrán que esperar un poco más para ver si en los hechos la nación mexicana hace buenos los pronósticos de que aquí se cocina algo un guiso muy distinto a lo que se ha preparado siempre, o si por el contrario la expectativa se desinfla sin haber logrado traer la bonanza que algunos avizoraban cuando se acuñó ese término contagioso llamado mexican moment.
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