13/07/2015 - 00:55
El papa a la altura de Bolivia
SANTA CRUZ, 12 de julio de 2015 – En el Alto, a 4.000 metros de altura, allí donde muchos jugadores internacionales de fútbol reclaman tener que pisar, es donde el papa Francisco, a sus 78 años y con capacidad pulmonar reducida, debía iniciar su visita a Bolivia.
La parada generaba expectativa. Bolivia, en el corazón de América Latina, si bien es de mayoría católica, tiene más de 70% de población indígena, lo que le confiere características culturales e históricas que le diferencian de sus vecinos.
Al bajar del avión, se le vio lento e incluso, por momentos, cansado, no obstante, el papa Francisco resistió el ceremonial de bienvenida en el aeropuerto y las 4 horas de actividades en La Paz con una entereza notable. Mientras algunos periodistas del vuelo papal sucumbieron al ‘soroche’ y recurrieron al oxígeno, Francisco abrazó, besó y hasta se permitió varios selfis con los miles de fieles que lo esperaban. Y no eran selfis de pasadita, el papa se acomodó y sonrió, mostrándose cercano, la característica que siempre se le adjudica.
Bastaba conversar con los fieles en las calles para darse cuenta de algo rápidamente: Francisco es visto como un vecino del barrio y su humildad cala hondo entre sus seguidores.
Sin embargo, los rencores históricos contra la Iglesia católica no se sentían presentes en Santa Cruz, donde el papa desarrolló la mayor parte de su visita a Bolivia. La conexión entre figura y seguidores era evidente.
Incluso el presidente Evo Morales, conocido por sus posiciones antiestablishment, sucumbió al encanto: “¡Ahora sí tengo papa!”, exclamó el primer presidente indígena de Bolivia durante la visita.
Ese carisma y su pulso certero para hablar a su feligresía quedó aun más en evidencia en el penúltimo día de su visita. Si bien el regalo de un Cristo crucificado sobre una hoz y un martillo que el presidente Morales le entregó al papa generó polémica y robó centímetros de cobertura, el momento más intenso de la visita fue el discurso ante los movimientos sociales en Santa Cruz.
La corresponsal de la AFP en el Vaticano, Kelly Velásquez, y yo fuimos leyendo los discursos en orden. Aquel día el papa hablaría primero en la misa del Cristo Redentor, luego ante los religiosos y, después ante los movimientos sociales. Rotulado como el discurso 12, este último tenía 6 páginas.
Resueltos los dos primeros discursos, cuando llegamos al último, entré en una especie de euforia periodística. “¡Esto es una bomba!”, le comenté a mi colega. El texto abundaba en alertas y nos preparamos para el momento.
En un país cuyo presidente ha sido cuestionado por mantener un discurso anticapitalista, Francisco pidió poner la economía al servicio de los pueblos y arremetió contra el sistema imperante, “que ya nadie aguanta, ni los trabajadores, ni las comunidades, ni los pueblos, ni la Madre Tierra”. ¿Y ante quién lo dice? Ante cartoneros, recicladores, campesinos sin tierra, vendedores informales, obreros. Ante el pueblo. Una suerte de validación que no pasaría desapercibida.
Era el discurso más radical pronunciado hasta ahora por el papa.
Con la visita al complejo penitenciario Palmasola, el pontífice cerraría su recorrido. Y, una vez más haciendo gala de su cuidado para elegir las palabras, Francisco pidió a sus fieles condenados rezar por él: “También hice mis errores. Yo también necesito penitencia”.
copiado http://www.afp.com/
Por Moisés ÁVILA
El papa Francisco y el presidente Evo Morales, en Santa Cruz, el 9 de julio de 2015 (AFP / Vincenzo Pinto)
SANTA CRUZ, 12 de julio de 2015 – En el Alto, a 4.000 metros de altura, allí donde muchos jugadores internacionales de fútbol reclaman tener que pisar, es donde el papa Francisco, a sus 78 años y con capacidad pulmonar reducida, debía iniciar su visita a Bolivia.
La parada generaba expectativa. Bolivia, en el corazón de América Latina, si bien es de mayoría católica, tiene más de 70% de población indígena, lo que le confiere características culturales e históricas que le diferencian de sus vecinos.
El
papa Francisco junto con niños bolivianos durante su bienvenida al
aeropuerto de El Alto, el 8 de julio de 2015 (AFP / Vincenzo Pinto)
Los preparativos se centraron en un punto: al pontífice le extirparon
un pedazo de pulmón en su juventud, y todo su equipo andaba preocupado
porque iba a aterrizar en los andes bolivianos. Que no va a poder
respirar, que el pulmón, que el tanque de oxígeno por si acaso, que
tiene que masticar coca, que el frío…Al bajar del avión, se le vio lento e incluso, por momentos, cansado, no obstante, el papa Francisco resistió el ceremonial de bienvenida en el aeropuerto y las 4 horas de actividades en La Paz con una entereza notable. Mientras algunos periodistas del vuelo papal sucumbieron al ‘soroche’ y recurrieron al oxígeno, Francisco abrazó, besó y hasta se permitió varios selfis con los miles de fieles que lo esperaban. Y no eran selfis de pasadita, el papa se acomodó y sonrió, mostrándose cercano, la característica que siempre se le adjudica.
El presidente Evo Morales y el papa Francisco, en La Paz, el 8 de julio de 2015 (Osservatore Romano)
El secreto, dicen los colegas que lo acompañaban, es que la
permanencia del papa fue solo de cuatro horas en La Paz, para luego
descender de inmediato a los llanos de Santa Cruz. Un diplomático
argentino comentó a un diario de su país que vio al pontífice agitado,
pero el portavoz del Vaticano insistió en que, por el contrario, todos
habían quedado sorprendidos con su fortaleza, que fue agrandada por el
innegable carisma del jerarca de la Iglesia católica.Bastaba conversar con los fieles en las calles para darse cuenta de algo rápidamente: Francisco es visto como un vecino del barrio y su humildad cala hondo entre sus seguidores.
Los fieles aguardan la llegada del papa Francisco en el aeropuerto de El Alto, el 8 de julio de 2015 (AFP / Cris Bouroncle)
Mostrarse humano y terrenal, hablar de frente a sus interlocutores,
sobre temas culturales –como el fútbol, la gran pasión argentina- e
incluso polémicos, ha tenido impacto en América Latina, un continente
con desigualdades sociales y con pueblos originarios que arrastran
heridas desde los tiempos de la conquista, hace más de 500 años.Sin embargo, los rencores históricos contra la Iglesia católica no se sentían presentes en Santa Cruz, donde el papa desarrolló la mayor parte de su visita a Bolivia. La conexión entre figura y seguidores era evidente.
El papa Francisco a bordo del papamóvil deja el aeropuerto El Alto, el 8 de julio de 2015 (AFP / Cris Bouroncle)
Los varios entrevistados en las calles, en su mayoría de clases más
bajas, se conmovían al hablar sobre el papa y algunos dejaban escapar
las lágrimas luego de su encuentro con él.Incluso el presidente Evo Morales, conocido por sus posiciones antiestablishment, sucumbió al encanto: “¡Ahora sí tengo papa!”, exclamó el primer presidente indígena de Bolivia durante la visita.
El
papa Francisco es recibido por el presidente de Bolivia, Evo Morales,
en El Alto, el 8 de julio de 2015 (AFP / Vincenzo Pinto)
Del otro lado, al papa Francisco se le veía pisando cómodo en el
terreno. Los corresponsales del Vaticano contaban que, a diferencia de
sus predecesores, él valora el contacto personal y la conversación. Que
es evidente que extraña a su tierra, a sus amigos, a su gente. Que su
carisma es real y no un mito producto del marketing.Ese carisma y su pulso certero para hablar a su feligresía quedó aun más en evidencia en el penúltimo día de su visita. Si bien el regalo de un Cristo crucificado sobre una hoz y un martillo que el presidente Morales le entregó al papa generó polémica y robó centímetros de cobertura, el momento más intenso de la visita fue el discurso ante los movimientos sociales en Santa Cruz.
Dos
mujeres se retratan con una foto a tamaño real del papa Francisco, en
Santa Cruz, el 10 de julio de 2015 (AFP / Aizar Raldes)
Esa mañana, como todas las de la gira, los corresponsales del
Vaticano recibieron a las 6 am los discursos que el papa pronunciaría
durante el día, bajo embargo. Es decir, bajo prohibición que solo se
rompe cuando el papa comienza a hablar, y que el periodista va liberando
a medida que él va discursando.La corresponsal de la AFP en el Vaticano, Kelly Velásquez, y yo fuimos leyendo los discursos en orden. Aquel día el papa hablaría primero en la misa del Cristo Redentor, luego ante los religiosos y, después ante los movimientos sociales. Rotulado como el discurso 12, este último tenía 6 páginas.
Los
reos del Centro Penitenciario de Palmasola en Santa Cruz a la espera
del papa Francisco, el 10 de julio de 2015 (AFP / Vincenzo Pinto)
La idea es identificar las frases que podríamos enviar como alertas y
luego empezar a preparar los textos para tener todo listo y despachar
el material sobre la marcha.Resueltos los dos primeros discursos, cuando llegamos al último, entré en una especie de euforia periodística. “¡Esto es una bomba!”, le comenté a mi colega. El texto abundaba en alertas y nos preparamos para el momento.
En un país cuyo presidente ha sido cuestionado por mantener un discurso anticapitalista, Francisco pidió poner la economía al servicio de los pueblos y arremetió contra el sistema imperante, “que ya nadie aguanta, ni los trabajadores, ni las comunidades, ni los pueblos, ni la Madre Tierra”. ¿Y ante quién lo dice? Ante cartoneros, recicladores, campesinos sin tierra, vendedores informales, obreros. Ante el pueblo. Una suerte de validación que no pasaría desapercibida.
Los feligreses en las afueras del Centro Penitenciario de Palmasola, Santa Cruz, el 10 de julio de 2015 (AFP / Vincenzo Pinto)
Como una clara muestra de que sabe el terreno que pisa, eligió
Bolivia, de mayoría indígena, para pedir perdón por los crímenes que la
Iglesia cometió en nombre de dios contra los pueblos originarios durante
la conquista de América. Juan Pablo II y Benedicto XVI ya se habían
referido al tema, pero Francisco usó la palabra “crímenes”.Era el discurso más radical pronunciado hasta ahora por el papa.
Con la visita al complejo penitenciario Palmasola, el pontífice cerraría su recorrido. Y, una vez más haciendo gala de su cuidado para elegir las palabras, Francisco pidió a sus fieles condenados rezar por él: “También hice mis errores. Yo también necesito penitencia”.
Moisés Ávila es jefe de redacción de AFP para Perú y Bolivia
El papa Francisco aborda su avión en el aeropuerto Viru Viru, en Santa Cruz, el 10 de julio de 2015(AFP / Cris Bouroncle)
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