Jugar al periodismo en la primera escuela sustentable de Latinoamérica
Fachada principal de la primera escuela
sustentable de América Latina, en Jaureguiberry, a 80 km de Montevideo,
el 17 de junio de 2016. (AFP / Pablo Porciúncula)
Cuando comenzó la construcción de la
primera escuela pública sustentable de América Latina en Uruguay, un
equipo de la AFP se trasladó al lugar para retratar la obra. Decenas de
voluntarios de 30 países, bajo la batuta del arquitecto estadounidense
Michael Reynolds, conocido como “el guerrero de la basura” por sacar
residuos del medioambiente e incorporarlos a sus construcciones,
levantaron en tiempo récord, poco más de un mes, una escuela autónoma.
El arquitecto estadounidense Michael Reynolds en la obra el 11 de febrero de 2016. (AFP / Pablo Porciuncula)
Autónoma quiere decir que la electricidad
que consume viene de paneles solares y que el agua que se utiliza en el
lugar viene de la lluvia, previo filtrado y tratamiento. También quiere
decir que a futuro, buena parte de lo que los niños coman, provendrá del
huerto instalado a lo largo de la parte frontal de la construcción.
No hay aire acondicionado artificial: la
refrigeración y la calefacción se dan de manera natural, gracias a un
calculado sistema que combina materiales de desecho utilizados como
aislantes, tierra, arena y tubos que ingresan aire desde el exterior que
se enfría al pasar por estas estructuras.
Un edificio de 270 metros cuadrados
construido con 2.000 neumáticos, 3.000 botellas de vidrio, 1.500
botellas de plástico, 12.000 latas, y otros materiales convencionales
como madera, vidrio y cemento alberga a la escuela número 294 de muchas
escuelas públicas que existen en Uruguay, un país en donde si bien la
proporción de alumnos en colegios privados va en aumento, el sistema
público sigue siendo la columna vertebral de la educación.
Durante la construcción el 11 de febrero de 2016. (AFP / Pablo Porciuncula)
Allí volvimos con nuestros equipos para
retratar la escuela que vimos en sus etapas iniciales, ahora
funcionando, con los niños estudiando. Quisimos mostrar la vida en la
escuela sustentable.
Los niños de la zona donde está la
escuela, una ciudad balnearia llamada Jaureguiberry ubicada 85 km al
este de Montevideo, a medio camino hacia el famoso balneario de Punta
del Este, tienen algunos privilegios. Tal vez el más importante es el
contacto permanente con conceptos de preservación del medioambiente que
solo podrían darse e incorporarse en una escuela de este tipo. Es una
experiencia educativa vivencial. Como dijo la maestra y directora Alicia
Torres, de 51 años, no hay mejor forma de aprender que vivir. Y estos
niños viven su huerta, viven el cuidado de las plantas, y viven una
escuela que les permite hablar en forma permanente del entorno.
(AFP / Pablo Porciúncula)
Un equipo de periodistas de la AFP tuvo el
privilegio de dar un taller para “pequeños periodistas”, durante el
cual los niños aprendieron cómo funciona una redacción, el trabajo en
equipo que se realiza para contar una historia, y cómo hacemos y
seleccionamos las imágenes que la acompañarán.
El entusiasmo por el uso de las cámaras de
fotos y por lograr imágenes representativas de su escuela, de la que
notoriamente están orgullosos desde el más chico al más grande, era
contagioso.
Voluntario trabaja en la construcción de la escuela sustentable de Uruguay el 11 de febrero de 2016. (AFP / Pablo Porciuncula)
La escuela tiene 39 alumnos de todas las
edades que comprenden el ciclo básico, que en Uruguay termina en un
sexto año con chicos de 11 a 12 años de edad.
Así Paula, Patricia, Felipe, Sebastián o
Aynara tomaron las cámaras y decidieron junto a sus compañeros qué
imágenes serían las más representativas para contarle “al mundo”, cómo
viven los niños en la primera escuela sustentable de América Latina, tal
como dice una placa a la entrada del local, una estructura a base de
neumáticos rellenos de arenas, latas vacías y botellas en desuso,
armonizada por marcos y tirantes de madera.
Por un rato, la escuela fue una “agencia de noticias” en modo prueba.
La luz natural que ingresa al lugar ayudó
al trabajo de los nuevos fotógrafos en un día en el que el cielo era de
un gris plomizo. La temperatura exterior era de 7,5 grados centígrados
cuando llegamos. Dentro de la escuela, rozaba los 19 grados.
(AFP / Pablo Porciúncula)
Formaron tres grupos de trabajo, cada uno
con su nombre: “Rayo 88”, “Tigre 66” y “Pequeños periodistas”. Entre los
tres grupos, eligieron historias de su escuela que permitirían –según
decidimos entre todos- que lectores de otros países conocieran su
historia en texto e imágenes.
“La primera escuela pública sustentable de
América Latina está construida con materiales reciclados. Genera su
propia energía con paneles solares. Cultivamos en una huerta interior
nuestros alimentos. Regamos la huerta y tomamos agua de lluvia. La
escuela 294 es única y llena de vida. Es una nave-tierra”.
Con ese texto, resumieron la presentación
del lugar donde estudian y viven buena parte del día. Las
imágenes describen en detalle este lugar único, en el que el diálogo
entre niños y naturaleza fluye espontáneamente gracias a la estructura
de la escuela, pero también a una adaptación de los programas regulares
de curso por parte de Educación Primaria y los maestros, para que los
niños aprovechen a fondo la experiencia y se potencie al mismo tiempo el
aprendizaje.
Durante la construcción el 11 de febrero de 2016. (AFP / Pablo Porciuncula)
Qué duda cabe, el mundo ha cambiado, y las
estructuras educativas tradicionales no siempre entusiasman a niños
“hiperconectados” con la tecnología y naturalmente inquietos. La escuela
de Jaureguiberry es tal vez una excepción que podría servir de ejemplo
para crear esa motivación y el interés creativo que todos los niños
tienen.
Cultivar una huerta, cosechar el fruto de
esa actividad conjunta, aprender a reciclar agua o materiales orgánicos
para hacer compost, crear un código de protección ambiental, son algunos
ejemplos de lo que estos niños logran hacer gracias a una idea bien
concebida y con el apoyo adecuado.
A la escuela le falta una buena
biblioteca; se está construyendo un nuevo comedor y una oficina para la
dirección. El trabajo no está terminado. Pero el proyecto funciona en su
parte más importante: establecer una relación fuerte, sólida y de
respeto entre los niños y la naturaleza, en un mundo que vaya si lo
necesita.
(AFP / Pablo Porciúncula)
copiado /www.afp.com/pt/n
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