Del infierno libio al asilo en Francia, la resiliencia de un refugiado chadiano
AFP / STEPHANE DE SAKUTIN
Adam Osman, un refugiado chadiano de 24 años, en el taller donde trabaja, en Bonnelles (Francia), el 28 de agosto de 2018
Adam Osman está ahora a salvo en Francia, pero su
mirada se llena de sufrimiento cuando recuerda lo que lo trajo hasta
aquí: la masacre de su familia en Chad y las torturas que sufrió en
Libia.Cada mañana, este joven de 24 años va a pie desde el centro para inmigrantes donde vive hasta la pequeña empresa de maquinaria para jardín en la que trabaja desde hace 18 meses en la pintoresca ciudad de Bonnelles, a una hora al sur de París.
"Le gusta ayudar a la gente y me explica muchas cosas. Esto me ha ayudado a reconstruirme un poco, a construir un futuro", cuenta a la AFP.
Pero el sufrimiento se lee en su rostro, marcado con cicatrices tradicionales de su tribu, cuando rememora su pasado.
Cuenta que huyó de Chad en 2010, cuando era apenas un adolescente, a causa de las persecuciones de las autoridades contra su tribu. "No me queda ninguna familia", afirma. "Si me hubiera quedado estaría en la cárcel o muerto, fue por eso que me fui a Libia".
- Torturado con electricidad -
Su viaje a Libia solo le trajo más sufrimiento. Encontró trabajo en un taller mecánico en Sorman, una localidad al oeste de Trípoli, pero las pandillas de jóvenes libios le robaban constantemente su dinero y sus pertenencias.
Pero las cosas empeoraron con la muerte del dictador Muamar Gadafi en 2011. "La vida en Libia se puso peor que en Chad", afirma.
Las milicias comenzaron a secuestrar a los migrantes africanos con la idea de pedir dinero a las familias.
Osman fue secuestrado tres veces. La primera vez, en 2012, logró que lo liberaran a cambio de su móvil y un poco de dinero. Pero las veces siguientes fue torturado con electricidad. "Querían que mi familia les envíe dinero, pero no tenían a quien llamar".
Sus captores terminaron por liberarlo. Fue entonces cuando decidió emprender el mismo camino que han tomado cientos de miles de migrantes en los últimos años y cruzar el mar Mediterráneo hasta Italia, donde llegó milagrosamente.
En su bote viajó junto a otras 30 personas. "El somalí que nos condujo había sido formado apenas unas horas antes, ni siquiera sabía dónde estaban las costas de Sicilia", relata Osman.
- La decepción de Calais -
Una vez en Europa decidió ir a Francia. En Libia había escuchado que Calais era "un lugar donde los migrantes podían instalarse".
Pero este puerto del norte de Francia no era lo que esperaba. Allí descubrió que miles de migrantes vivían hacinados en campamentos improvisados en condiciones terribles.
Erró por varias ciudades francesas durante meses y finalmente logró obtener el estatuto de refugiado en 2015. Pero no encontraba trabajo y dormía a menudo en la calle.
Fue un encuentro en 2016 con Isabelle Maurette, directora de un refugio para inmigrantes en Bonnelles, que cambió su destino.
AFP / STEPHANE DE SAKUTIN
Un centro de migrantes en un centro de acogida de urgencia en Bonnelles (Francia), el 28 de agosto de 2018
Se instaló allí y comenzó una formación que lo llevó a
trabajar en la empresa Crosnier, cuyo director, Julien Fredon, estaba
ansioso por ofrecer trabajo a los refugiados para "cumplir con su rol de
ciudadano"."Desde hace tres años buscábamos un nuevo técnico, siempre quejándonos de que no hay suficientes jóvenes bien preparados en Francia", cuenta Fredon.
Sin embargo, este último admite que no todos sus 43 empleados acogieron al chadiano con los brazos abiertos. "Algunos se mostraron abiertamente racistas", afirma.
Pero después de algunos meses lo integraron al equipo. Ahora, Osman se ha lanzado un nuevo desafío, obtener el bachillerato en un instituto técnico.
Para ello, aún tiene que mejorar su francés y seguir trabajando a tiempo parcial en Crosnier. Pero Osman dice estar contento y ya hasta piensa continuar sus estudios después del bachillerato.
Un nuevo desarraigo para los migrantes afganos instalados en Francia
AFP / STEPHANE DE SAKUTIN
Janzeb Khan, un migrante afgano, frente al centro Emmaüs Solidarité de Forges-les-Bain (Francia), el 28 de agosto de 2018
Cansados, docenas de afganos amontonan sus pocas
pertenencias en un camión, obligados a irse de la pequeña localidad
francesa de Forges-les-Bains después de que las autoridades locales
decidieran cerrar el centro que los acogió durante dos años.Un joven cruza a toda velocidad con su maleta en mano el patio de este centro de la región de París. Otro, que lleva suspendido en su brazo decenas de colgadores, choca con una bicicleta abarrotada con bolsas.
Las autoridades locales decidieron no prolongar, más allá de los dos años previstos, la acogida de migrantes en este centro, un antiguo hospital abandonado desde hace nueve años.
Cuando en 2016 el Estado francés impuso a las autoridades de Forges-les-Bains acoger a 91 afganos, algunos de sus 4.000 habitantes no estaban contentos.
Un edificio del centro fue incendiado, decenas de residentes se manifestaron en las calles junto a miembros de la extrema derecha, se propagaron rumores malintencionados..
"Al principio, la gente decía que eramos terroristas (...) o pensaban que íbamos a dar hachís a los niños de la escuela", cuenta con tristeza a la AFP Asif Qaderi, de 23 años.
Pero después de este inicio difícil, no se registró ningún incidente, confirmó a la AFP la alcaldesa de la ciudad, Marie Lespert Chabrier.
- Una pérdida de tiempo y dinero -
AFP / STEPHANE DE SAKUTIN
Asif Qaderi, un migrante
afgano de 23 años, en el centro Emmaüs Solidarité de Forges-les-Bains
(Francia), el 29 de agosto de 2018
Muchos consideran que esta mudanza es una pérdida de
dinero y tiempo, sobre todo en momentos en que Francia necesita
estructuras de acogida para migrantes, ya que muchas están saturadas.Los migrantes desplegaron muchos esfuerzos para rehabilitar este edificio abandonado. Crearon un huerto, un criadero de ovejas y pollos, un taller de mecánica y un campo de fútbol.
"Me da mucha tristeza irme", admite Asif, en francés, mientras contempla el huerto en el que pasó muchísimas horas. "No entiendo por qué nos vamos, nunca tuvimos ningún problema aquí...", afirma.
El joven, que cuenta que huyó de su país en 2012 después de haber sido secuestrado junto a su hermano por talibanes que querían convertirlos en kamikazes, muestra con entusiasmo en su móvil las fotos de cenas en casas de residentes de Forges-les-Bains a las que fue invitado, o de platos afganos que cocinó como agradecimiento.
"Espero poder seguir con las clases de francés", dice, en pastún, Ahmadzi Gul, de 19 años. "En Forges nos sentíamos casi como en un pueblo de Afganistán, era tranquilo y la gente era amable".
Para Zafar Wadan esta mudanza es un nuevo desarraigo. Este refugiado de 25 años había encontrado un trabajo como cocinero en un restaurante de la ciudad. Ahora debe encontrar un lugar donde vivir y dice sentir mucho "dolor" al separarse de sus amigos.
La alcaldesa de Forges-les-Bains planea convertir las instalaciones en un centro de formación dedicado a vehículos antiguos. "Muchos amantes de los vehículos antiguos circulan por nuestra región", explica.
Dos años después, sigue sin digerir que el Estado francés le impusiera una decisión, sin importarle la reacción de los habitantes de Forges.
"Llegó como un pelo en la sopa", señala."Se necesita más concertación, una visión más nacional, porque estas decisiones tienen un impacto en la vida de la gente", estima. Ahora le toca a otras ciudades asumir "su parte de responsabilidad", concluye.
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