REINO UNIDO DEJA LA UNIÓN EUROPEA
David Cameron anuncia que dejará la jefatura de Gobierno tras el congreso de su partido en octubre
Los partidarios de dejar la UE obtienen un 52% de las papeletas, por un 48% los que optaron por quedarse
Londres
/
Bruselas
Reino Unido
ha emprendido este viernes el camino, lleno de incógnitas colosales,
hacia su nuevo lugar en el mundo. La histórica decisión que tomaron el
jueves en las urnas los británicos sacudirá a Europa entera y dará
aliento a los movimientos que desafían la política tradicional en todo
el mundo occidental. La sucesión de acontecimientos desatados en las
horas siguientes a conocerse la ajustada victoria del Brexit, da idea de la magnitud de las consecuencias que se avecinan. Cameron anunció que dimitirá en octubre.
La ministra principal escocesa dijo que un nuevo referéndum de
independencia en Escocia es “altamente probable”. Diputados laboristas
iniciaron los trámites para una moción de censura contra Jeremy Corbyn. De poco sirvieron las llamadas a la conciliación de los victoriosos Boris Johnson y Michael Gove. La jornada dejó a la libra bajo mínimos
y las bolsas en rojo. Los líderes europeos pidieron un proceso de
ruptura rápida para superar el mayor revés en la historia del proyecto.
La primera incógnita, la principal, se despejó con la comunicación
del resultado oficial a primera hora de la mañana. Los británicos, por
un 51,9% contra un 48,1% de los votos, habían decidido abandonar la
Unión Europea.
La segunda no tardó ni dos horas en resolverse. Ante el 10 de Downing
Street, la que ha sido su residencia en los últimos seis años, David
Cameron anunció que se va en octubre. El país, dijo un primer ministro
que hace un año parecía intocable, “necesita un liderazgo fuerte” que él
no está en condiciones de proporcionar. Su legado será exactamente el
contrario del que soñó. Quien quiso pasar a la historia como el primer
ministro que zanjó el debate europeo y que hizo resurgir la economía
británica, se va tras sacar al país de Europa y depositar una bomba en
la economía mundial.
A partir de ahí, todo aconteció en cadena. Nicola Sturgeon, ministra
principal escocesa, se encargó de recordar al país que el desafío al que
se enfrenta es de carácter doble: no solo habrá de encontrar un nuevo
lugar en el mundo, sino abordar su delicada realidad territorial. “Un
nuevo referéndum de independencia en Escocia es altamente probable”,
dijo Sturgeon, quien consideró “democráticamente inaceptable” que los
escoceses sean arrastrados fuera de la UE contra si voluntad mayoritaria.
Los efectos colaterales del Brexit alcanzaron también a la
oposición laborista. Su fracaso en movilizar a su electorado tradicional
fue una de las claves del desenlace. El laborismo no tuvo argumentos
para responder al miedo a la inmigración entre las clases trabajadoras,
que el referéndum ha revelado como uno de los conflictos sociales más
importantes del país. En respuesta al tibio compromiso que exhibió en la
campaña Jeremy Corbyn, dos diputadas promovieron por la tarde una moción de censura
que supone la primera cristalización del desafío a su liderazgo amagado
por sus enemigos desde que tomó las riendas del partido en septiembre.
Europa, por su parte, recibe un revés seco y directo. Al mentón, donde más duele. El Brexit la condena a una etapa de convulsiones económicas, financieras, políticas e incluso legales cuando el club está aún lejos de reponerse de la Gran Recesión. La UE descubre, de pronto, que ya no es irreversible. El desplome de la libra esterlina fue apenas un aperitivo: las turbulencias en los mercados recordaron los tiempos de Lehman Brothers.
El Brexit abre una nueva era: es, de largo, el mayor revés
del proyecto desde su fundación hace seis décadas. “Reino Unido ha
elegido el camino de la inestabilidad; el resto de socios europeos no
debería seguir esa senda”, acertó a decir el jefe del Eurogrupo, el
holandés Jeroen Dijsselbloem. Las principales instituciones –Comisión,
Consejo Europeo y Eurocámara—emitieron un comunicado conjunto en el que
abren la puerta de salida a Londres y subrayan la unidad del resto de
socios.
Bruselas miraba de reojo a Berlín y París. De ambas capitales llegó la misma sensación de incertidumbre: “El resultado del referéndum será un parteaguas para el proyecto europeo”, dijo la canciller Angela Merkel. “Se trata de un shock explosivo: es hora de reinventar otra Europa”, apuntó el primer ministro francés, Manuel Valls. Juncker pidió a Berlín y París “celeridad” para dejar claro cuanto antes cómo va a funcionar desde ahora la Unión de los Veintisiete.
El equilibrio no será fácil: ni Alemania ni Francia quieren concesiones para Reino Unido que estimulen el euroescepticismo a escasos meses de sus elecciones. Hollande y Merkel se reúnen el próximo lunes con el italiano Matteo Renzi y el presidente del Consejo, Donald Tusk, para fijar una posición común de cara a la cumbre de la semana próxima.
¿Es el principio del fin del proyecto europeo?, se preguntaba la prensa británica en la sede de la Comisión Europea. “No”, contestó rotundo el jefe del Ejecutivo europeo, Jean-Claude Juncker, que reclamó a Londres “que no prolongue innecesariamente la incertidumbre” y empiece a negociar de inmediato su salida, a la vista de que el Ejecutivo británico ha empezado a jugar con los tiempos como estrategia para lograr un acuerdo más beneficioso.
Ni siquiera con la miel de la victoria en la boca renunció Boris Johnson a llevar la contraria a sus odiados “burócratas europeos”. El exalcalde de Londres y estrella principal de la campaña por el Brexit dijo que no había prisa por invocar el artículo 50, que abre el proceso de dos años para negociar los términos del divorcio. Con actitud grave de hombre de Estado, preparando acaso el camino hacia Downing Street que se le se presenta ahora más despejado, Johnson llamó a la calma y a la conciliación. La policía hubo de protegerle de una multitud que se congregó junto a su casa para insultarlo.
La euforia la aportó Nigel Farage. El líder del antieuropeo UKIP, cuya amenaza al partido tory llevó a David Cameron a convocar el referéndum, quiso recordar que si no fuera por él todo esto nunca se habría producido. “Atrevámonos a soñar que amanece en un Reino Unido independiente”, dijo, a primera hora de la mañana, como si llevara toda la vida saboreando la frase.
La celebración de Farage, apartado de la campaña oficial por su potencial divisorio, era la prueba de que el del jueves fue también un voto contra las élites. La Inglaterra media despreció en las urnas las reiteradas advertencias del establishment político y económico sobre los riesgos del Brexit. El mensaje será convenientemente asimilado por los movimientos populistas y nacionalistas que alimentan el antieuropeísmo en todo el continente.
copy http://internacional.elpais.comEuropa, por su parte, recibe un revés seco y directo. Al mentón, donde más duele. El Brexit la condena a una etapa de convulsiones económicas, financieras, políticas e incluso legales cuando el club está aún lejos de reponerse de la Gran Recesión. La UE descubre, de pronto, que ya no es irreversible. El desplome de la libra esterlina fue apenas un aperitivo: las turbulencias en los mercados recordaron los tiempos de Lehman Brothers.
Bruselas miraba de reojo a Berlín y París. De ambas capitales llegó la misma sensación de incertidumbre: “El resultado del referéndum será un parteaguas para el proyecto europeo”, dijo la canciller Angela Merkel. “Se trata de un shock explosivo: es hora de reinventar otra Europa”, apuntó el primer ministro francés, Manuel Valls. Juncker pidió a Berlín y París “celeridad” para dejar claro cuanto antes cómo va a funcionar desde ahora la Unión de los Veintisiete.
El equilibrio no será fácil: ni Alemania ni Francia quieren concesiones para Reino Unido que estimulen el euroescepticismo a escasos meses de sus elecciones. Hollande y Merkel se reúnen el próximo lunes con el italiano Matteo Renzi y el presidente del Consejo, Donald Tusk, para fijar una posición común de cara a la cumbre de la semana próxima.
¿Es el principio del fin del proyecto europeo?, se preguntaba la prensa británica en la sede de la Comisión Europea. “No”, contestó rotundo el jefe del Ejecutivo europeo, Jean-Claude Juncker, que reclamó a Londres “que no prolongue innecesariamente la incertidumbre” y empiece a negociar de inmediato su salida, a la vista de que el Ejecutivo británico ha empezado a jugar con los tiempos como estrategia para lograr un acuerdo más beneficioso.
Ni siquiera con la miel de la victoria en la boca renunció Boris Johnson a llevar la contraria a sus odiados “burócratas europeos”. El exalcalde de Londres y estrella principal de la campaña por el Brexit dijo que no había prisa por invocar el artículo 50, que abre el proceso de dos años para negociar los términos del divorcio. Con actitud grave de hombre de Estado, preparando acaso el camino hacia Downing Street que se le se presenta ahora más despejado, Johnson llamó a la calma y a la conciliación. La policía hubo de protegerle de una multitud que se congregó junto a su casa para insultarlo.
La euforia la aportó Nigel Farage. El líder del antieuropeo UKIP, cuya amenaza al partido tory llevó a David Cameron a convocar el referéndum, quiso recordar que si no fuera por él todo esto nunca se habría producido. “Atrevámonos a soñar que amanece en un Reino Unido independiente”, dijo, a primera hora de la mañana, como si llevara toda la vida saboreando la frase.
La celebración de Farage, apartado de la campaña oficial por su potencial divisorio, era la prueba de que el del jueves fue también un voto contra las élites. La Inglaterra media despreció en las urnas las reiteradas advertencias del establishment político y económico sobre los riesgos del Brexit. El mensaje será convenientemente asimilado por los movimientos populistas y nacionalistas que alimentan el antieuropeísmo en todo el continente.
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