Pese a que en la última semana el Gobierno se
esforzó por mostrar gestión e iniciativa y la Presidenta reapareció
públicamente y se refirió a la muerte del fiscal Alberto Nisman,
el escenario de descontento no cambió. Es que la reacción de Cristina,
cargada de acusaciones y sin autocrítica, dejó disconforme la mayoría de
la gente.
El dato se desprende de una encuesta de Management
& Fit, que consultó –en forma telefónica– a 1.000 personas de
Capital, Gran Buenos Aires, y otros diez distritos del país. El 66,8 %
dijo estar al tanto de la cadena nacional que realizó la Presidenta el
lunes pasado, donde tras ocho días, se refirió al caso. Y al 71,1% de
ese universo, que admitió saber el contenido del discurso, las palabras
de Cristina le dejó una sensación negativa. En ese grupo, un poco más de
un tercio dijo haber sentido “bronca”, aunque también hubo frustración
(22,7%) y algo de indiferencia (14,7%).
Uno de los puntos más
criticados, al menos por la oposición, fue la falta de un gesto hacia la
familia del fiscal: la Presidenta no transmitió sus condolencias y, por
el contrario, volvió a descalificar la denuncia “absurda”, que Nisman
había presentado en su contra días antes. “No hay un solo abogado que
pueda creer que haya sido escrito por un abogado y menos por un fiscal”,
dijo. Tampoco realizó un pronunciamento categórico respecto al
compromiso del Gobierno nacional con el esclarecimiento de la muerte,
del que la gente duda (ver pág. 5).
Más allá de la frialdad, no
parece haber ayudado el camino del silencio al que se llamó Cristina
tras el hecho. Algo que, durante la década K en el poder, se repitió
cada vez que surgieron episodios que generaron conmoción pública. Los
más resonantes fueron la tragedia de Cromañón, cuando el presidente era
Néstor Kirchner; y, años más tarde, el accidente ferroviario de Once. A
ambos casos, al igual que a la muerte de Nisman, le sucedieron días de
ausencia de la voz presidencial. En esta ocasión, encima, en el medio
hubo dos cartas en las que Cristina se contradijo, ya que en principio
habló de suicidio (“¿Qué fue lo que llevó a una persona a tomar la
terrible decisión de quitarse la vida?”, se preguntó) y tres días más
tarde dijo estar “convencida” de que “no fue suicidio”. Su giro
repentino alentó a que más voces apuntaran contra ella por entender que
se esforzó más en despegarse de lo ocurrido que en allanar el camino
para que se esclarezca.
Fuera de lo discursivo, el impacto de la
muerte de Nisman preocupa al Gobierno, más aún porque se dio en la recta
final rumbo a las elecciones. El sondeo de Management & Fit refleja
que para el 84,4% de los encuestados, el hecho “afecta la imagen de
Cristina”. Sólo un 10% dijo creer que “no afecta en nada”. Ni siquiera
la “reforma” de la ex SIDE que impulsa el oficialismo en el Congreso
parece atenuar el impacto.
Con todo, el nivel de percepción de la
gestión parece haber tocado fondo. Apenas el 25 % afirmó que “aprueba”
la forma en la que Cristina está conduciendo el Gobierno y la
reprobación araña su techo: casi el 70 %.
La tendencia se puede
acentuar si, tal como cree la mayoría, no se esclarece el hecho, del que
–tal como reflejó días atrás un trabajo de la misma consultora– está al
tanto el 98% de los argentinos.
El caso, sin embargo, no sólo
rozó al Gobierno. La oposición, pese a que todos los sectores reclamaron
al oficialismo para que diera “garantías en la investigación” y en el
Congreso hubo postura unificada de los distintos bloques, volvió a
quedar desdibujada ante la consideración de la gente y sólo un 23,5%
opinó positivamente sobre su rol. Mientras, el 45 % calificó como
“regular” su intervención y el 21,6 % la consideró “mala”.
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